Crónica de una activación en la Armada Española
Por su interés para ilustrar al lector sobre los cometidos que los Reservistas Voluntarios pueden desempeñar en las FAS, reproducimos aquí la crónica de una activación de cinco días en la Armada Española publicada en Internet por un Reservista Voluntario de la Armada Española. Este Reservista, que firma su crónica como Leñanza, es en su vida civil funcionario del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA), prestando sus servicios embarcado. El texto original puede verse aquí.
CRÓNICA DE UNA ACTIVACIÓN EN LA ARMADA ESPAÑOLA
Lunes Dia 1
Como lo prometido es deuda, aquí os relato algo sobre la semana de activación en la que he disfrutado de este período como si me fuera la vida en ello y es que cuando cuentas con tan poco tiempo para servir en el compromiso adquirido con nuestras Fuerzas Armadas en general y con la Armada en particular, todos los minutos cuentan.
Comenzar diciendo que desde casa tenía mas o menos arreglado el asunto del hospedaje o al menos así lo creía yo puesto que hacía un mes que contacté con el Suboficial Mayor del Arsenal para que supiera directamente que iba a ir para allá destinado a partir del lunes de la fecha de mi alta.
A la llegada resultó que no se encontraba allí el mismo Mayor con el que hablé por encontrarse de vacaciones y nadie sabía nada, ni en el mismísimo Detall tenían noticia de mi embarque. Uniformado de blanco y un tanto mosca por la falta de previsión resultó que en pocos minutos la "Maquinaria de Marina" se puso en marcha e improvisando todo a la perfección a base de órdenes, llamadas, mensajes y demás, al cabo de un momento todo se había solucionado y como si nada. En el BOD aparecía mi nombre con mi activación y eso era suficiente para que todo funcionara.
Al momento me asignaron una plaza en la Residencia de Suboficiales del Arsenal y rápido a presentarme al Ayudante Mayor.
Me recibió el Ayudante Mayor accidental por encontrarse el titular de vacaciones, resultando ser el que ejerce de jefe de prácticos y del Tren Naval. Inmensa suerte la mía pues al preguntarme en que trabajaba, de inmediato, me asignó a su destino habitual como suboficial de Maniobra y Navegación junto al resto de contramaestres del Tren Naval del Arsenal de Cádiz.
De allí directamente al despacho del Almirante en el edificio principal. Entrada, y a unos cuantos pasos frente al mismo, discreto taconazo y a la orden de V.E. Sr. Almirante. Presentado por el Mayor (que gran labor la de estos suboficiales) me recibió con un caluroso apretón de manos, lo que agradecí pues aunque uno ya no es un chavalillo, el que el Almirante te reciba de ese modo siempre es de agradecer. Charla distendida por su parte, que por la mía solo era un intento de disimular la intimidación que siempre supone no pecar de charlatán con el ALARDIZ pero sin ser tan parco en palabras que pueda parecer descortés o peor aún, “gilipoxas”.
Una vez terminada la presentación, al destino. Iba a conocer a los que durante una semana en adelante y a partir de ahora en mis activaciones serán mis compañeros. Me cambio a uniformidad de trabajo en mi camarote asignado en la residencia del Arsenal (que por cierto está mejor que la general) y me marcho hacia mi nuevo destino.
Presentación al comandante Práctico de guardia que según decía mi cara le era familiar, que me había visto antes. No en vano es buen amigo del compañero Raider además de ser amigo de un Jefe Regional de Aduanas preguntándome si había asistido a la II Regata de Reservistas lo que nos permitió conversación para rato.
De ahí al muelle y al pañol de contramaestres donde en corro nos fuimos presentando mutuamente, entre todos, pues aún existiendo una mayoría de subtenientes, todos patrones o maquinistas de los remolcadores, al ser un destino "relajado" en cuanto a las formas la cosa fue muy distendida y amistosa.
Apretones de manos y nombre, nada más. Charla general para contarnos curiosidades. Que si para cuanto tiempo vengo, si había embarcado antes, si estaba loco, que para tan poco tiempo mejor no me hubiera cambiado de uniforme para así hacer ya la despedida. Pero todo en un tono de humor, camaradería, respeto y un punto de admiración por mi parte por encontrarme entre tanta veteranía con el orgullo en la guinda al hacer que me sintiera uno más entre ellos.
De momento parece que hoy no íbamos a trabajar. Es verano y como tal el trabajo baja mucho en cuanto a barqueo se refiere que es nuestra labor. Las empujadoras las gobiernan los cabos y para remolcadores que sería mi trabajo no iba a haber nada hasta el jueves en una salida a Rota para algo que no contaré por estimarlo confidencial. Aprovecho de ese modo para acercarme a arreglar el tema del pase para el coche, el comedor, algo en vestuario, etc.
Cuando regreso de nuevo al muelle no queda mas que un marinero que con el tratamiento adecuado hacia mi como suboficial me comenta que han ido todos a la camareta o a la cantina del puerto (el famoso Toscano) pues tocaba descanso para el desayuno. Decido acercarme a la camareta de subos y como uno más me pido un café que cuando voy a abonar resulta que ya lo tenía pagado por uno de los subtenientes del destino. Doy las gracias y me lo apunto para hacer lo propio en la próxima ocasión. Son una de tantas cosas que me han hecho sentirme bien recibido y acogido en el grupo. Y eso que solo llevaba allí un par de horas.
Pues como iba diciendo me vuelvo al destino acompañado, o mejor dicho acompañando, a los suboficiales del Tren Naval. Una vez allí hacemos corro a la espera de que salga algo. Un traslado, una recogida de residuos, un remolque. Es lo habitual. Llegas al destino a primera hora y revisas en el tablón los barqueos asignados a cada uno. Si no hay nada, permanecemos en Stand By por si surge algo hasta la hora de salida.
Para ellos es un día más de rutina (y lunes para más señas) para mi una satisfacción poder compartir y departir con estos grandes profesionales. Hablamos de trabajo, de destinos, de conocidos comunes, de historias en la mar, arreglamos un poco España y terminamos hablando de comidas.
Así llegamos a la hora de salir, las 14:00 por ser verano. Como no hay previsión de salida a la mar, todos a casa. Eso el que pueda, pues yo iré al comedor de suboficiales y luego a descansar a mi camarote, que aunque no se haya hecho hoy gran cosa en el destino, llevo desde las 05:00 de imaginaria por tener que desplazarme desde mi ciudad, con todo listo, para estar a las 08:30 en el Arsenal.
La comida correcta y completa, servida por marineros de la especialidad de Hostelería y Alimentación. Más intercambio de impresiones con los suboficiales de la mesa, esta vez de distintos destinos. Tres de ellos serán compañeros de residencia durante toda la semana pues están de paso para la supervisión de las obras de construcción del nuevo buque Cantabria. Otra vez sorpresa por su parte. No les cuadra que un funcionario, pudiendo quedarse en casa a descansar, prefiera compartir su tiempo para servir en la Armada. Piensan que algo material debo sacar yo de esto. Les explico que a mi lo que me gusta es la mar, que por eso estudié náutica y que luego embarqué en pesca, ingresé en la Armada para querer hacerme especialista como ellos, pero que cuando salieron las oposiciones para las lanchas de Aduanas donde ya trabajaban muchos de mis compañeros de la escuela y antes de la firma de contrato vi la ocasión de cambiar a otro trabajo muy atractivo, por lo que opté por la vida civil. Ahora con la Reserva Voluntaria tengo la oportunidad de volver a la Armada ya como suboficial y así lo he aprovechado. Parece que eso lo entienden un poco mejor.
Al término de la comida me despido de los presentes hasta mañana. Tiro para el camarote de la Residencia de Suboficiales a ordenar uniformidad y enseres particulares. Es mediodía, pero al fin caigo muerto de sueño en el catre aunque feliz por encontrarme donde me encuentro. Gran siesta que creo que me he merecido y me hace falta.
Mañana si puedo, un poco más que ahora me voy p'a la mar.
Por la tarde no quedan en La Carraca ni las moscas. Todo se paraliza. Resulta incluso un tanto inquietante. Pero aún así es muy agradable pasear por sus calles e instalaciones. Tienes esa sensación de encontrarte en un lugar donde se vivió una mejor época, más gloriosa, y como tal, quien tuvo, retuvo.
Su puerta del mar me lo hace recordar:
-TU REGERE IMPERIO FLVCTVS HISPANE MEMENTO-
(RECUERDA ESPAÑA QUE TU REGISTE EL IMPERIO DE LOS MARES.)
Decido hacer unas compras en el pueblo antes de llegarme a Cádiz pues voy a aprovechar las tardes para dar clases de vela ligera en la Escuela Elcano de esta ciudad. Cuando estudié náutica solo me dieron mucha teoría y como estimo que no hay mejor forma de hacerse con los fundamentos de la vela que practicando a través de su deporte de "base", aprovecho las tardes libres de mi activación para completar esta formación. Sería una buena recomendación para todo aquel reservista de la Armada que no haya tenido contacto previo con la mar.
Ceno en la calle y, temprano, regreso a la residencia.
A dormir que el martes sin saberlo me esperaría un gran día.
(De momento hoy poca cosa, que tengo que hacer. Luego quizás más)
Martes, segundo día de activación:
Me levanto sobradamente temprano para asegurarme no llegar tarde.
Arreglo y ventilo el camarote pues aunque el servicio, una contrata civil de limpieza y mantenimiento para todo el Arsenal, lo hará todos los días, no me gusta que me consideren un animal de bellota. Orden y limpieza son virtudes inherentes al militar.
Desayuno rápido y oportuno para un desquite con el subteniente que me invitó ayer al café. Dejo pagado el suyo y el mío y me marcho al destino.
Soy de los primeros en llegar. Procuro ser impecable en cuanto a diligencia y disciplina pues al ser reservista es muy probable que todas las miradas se centren en observar estos detalles por lo que determino adoptar esta tónica durante toda la semana.
Van llegando puntuales todos los compañeros suboficiales y la marinería. Un señor no muy mayor vestido de paisano al bajarse del coche me mira extrañado y me saluda directamente con un sonoro buenos días al que yo respondo igualmente, aunque por si acaso, acompañado de un discreto saludo en firmes con leve inclinación de cabeza al no tener puesta mi gorra en ese instante.
Acierto. Resulta que cuando se viste de uniforme compruebo que es el Comandante Práctico de guardia de ese día. Me presento a él en su despacho según el protocolo reglamentario.
-Da usted su permiso, mi comandante.
-Si, adelante. Me responde en un tono en el que detecto cierto buen humor.
-A sus órdenes mi comandante, buenos días. Se presenta el Sargento Reservista Voluntario Fulano de Tal para ejercer la activación de.
-Ah, que eres reservista, -me interrumpe de forma coloquial- ¿Cuanto tiempo vas a estar?
-Una semana, mi comandante.
-Pero en una semana no hay tiempo de que aprendas a hacer nada y mucho menos de que puedas colaborar en algo. En fin, a ver que podemos darte para hacer.
¿En que trabajas?
-Soy Patrón Mayor de Cabotaje y actualmente estoy embarcado de dotación en las lanchas de Aduanas como funcionario de Vigilancia aduanera, mi comandante.
-Ajá. Pues en ese caso ya que hoy no hay remolques que hacer, daré orden para que te embarques con la tripulación de servicio del Remolcador Y-125 y que el patrón te enseñe a manejar el sistema Voith-Schneider. Así practicas con el barco que te vendrá bien en lo sucesivo.
-Lo que usted ordene mi comandante. Muchas gracias. ¿Manda alguna cosa más?
-Nada. Quédate por aquí que salís dentro de un rato.
-A sus ordenes mi comandante, buenos días.
Intento disimular, evitando sonreír, el orgullo tan grande que me embarga pues en ese momento no quepo en mi de gozo. Un comandante Práctico ha confiado plenamente en mi, un suboficial Reservista Voluntario, para que pueda manejar en prácticas nada menos que el remolcador más moderno de la flota con sistema de propulsión cicloidal. Todo un lujo que no iba a desaprovechar y que por ello merecía la pena ser activado aunque fuera tan solo por ese día.
Salimos a navegar. El patrón, un amable brigada bastante paciente me da unas nociones, hace unas evoluciones con el barco y me espeta;
-Todo tuyo.
Me pongo a los mandos y compruebo que es mucho más fácil de lo que creía. Solo hay que cambiar el "camón" de la cabeza. Acostumbrado a barcos con doble eje o turbinas esto no tiene nada que ver, pero cuando te pones a ello y vas apreciando las reacciones acompañado de las indicaciones del patrón, me hago pronto con el barco.
Atraco, desatraco, hago paralelos perfectos (no por pericia sino por la capacidad maniobrera del sistema Voith), practico paradas de emergencia, evoluciones sobre el eje. El sistema es capaz de contrarrestar la corriente que puede ser de enorme intensidad por tratarse de los caños (La Clica y La Carraca) quedándonos parados en el sitio. Salimos hacia la bahía y regresamos para atracarlo en su muelle habitual.
Recibo una amistosa palmada en la espalda por parte del patrón. La cosa no ha debido ir mal. Incluso me indica como le gusta a cada práctico que hagamos los trabajos. Suena a que en su cabeza ronda el que en próximas activaciones podría hacerlos. Me siento muy reconfortado por ello, aunque sinceramente no estoy convencido ni de que eso sea cierto ni de estar preparado con solo un par de horas de prácticas.
Una vez de vuelta, en el despacho del Tren Naval, el resto de compañeros me pregunta como me ha ido y me animan para que en próximas prácticas lo pueda hacer mejor. La verdad es que no necesito ánimos, con lo que estoy viviendo tengo el orgullo por la galleta, pero aun así agradezco enormemente la acogida que me están brindando entre todos.
Un sargento 1º, con el que entablo cierta amistad por ayudarme bastante a informarme sobre los detalles del destino, me invita a acompañarle al día siguiente a llevar una gabarra a Puntales para abarloarla a los hidrográficos allí atracados y recogerla el jueves. Se trata de una embarcación bastante lenta y poco marinera por lo que le solicita a su vez a otro brigada que estará de patrón de servicio al día siguiente, que le haga el favor de remolcarlo con el Y-125 pues parece que el Levante entrará fuerte y se nos puede complicar bastante tanto el trayecto como el atraque. Como no podía ser de otro modo acepto de buen grado. Ya que voy a estar solo 5 días, que menos que en ese tiempo me apunte a todos los trabajos que salgan.
El día transcurre ya tranquilo, con lo habitual. Desayuno con los compañeros en el Toscano (Peinado se llama ahora). Charlas sobre los distintos trabajos o destinos, curiosidad por mi trabajo civil, arreglamos el mundo otra vez o comparamos hipotecas. No dista nada de cualquier trabajo donde un grupo de compañeros tienen que compartir tiempo y espacio en armonía. Todo ello a la espera de que surja alguna salida o algún mantenimiento rutinario.
Con la marinería no tengo mucho trato. Ya tuve ocasión de escuchar la vez anterior, -cuando mi Formación Específica-, algún comentario sobre como veían la Reserva Voluntaria y su opinión sesgada sobre el intrusismo de los Reservistas Voluntarios. Le dejé claro, sin aspavientos ni acritud, que yo ya trabajaba en la mar cuando él aún vestía pañales y que no me consideraba un intruso en la Armada, si el Estado, al que él y todos nos debemos, me consideraba Suboficial de la Misma. Así que con ellos solo el estrictamente laboral. Alguna pregunta sobre donde puede estar esto o aquello y nada más. Creo que es lo mejor al ser los únicos a los que se les puede notar algo de "pelusa" por ser suboficial reservista. Y eso que en esta ocasión en ningún momento he recibido un mal detalle de desaire, desdén, mala cara o comentarios por su parte. Al contrario, con el tratamiento debido a un suboficial cualquiera, que es lo que soy esta semana y así me trata todo el mundo. Por mi parte, el que dicta la buena educación y las RROO. Así de fácil. No es plan de llegar allí creyendo que ser suboficial reporta derechos para el despotismo o la mala educación con los subordinados. El mejor mando es el que se gana a su gente con el respeto. Respeto ganado sencillamente por querer hacer más y mejor que el primero. Por eso intento fijarme como trabajan los mejores compañeros y procuro aprender de ellos.
Terminamos y al comedor de suboficiales a compartir mesa y mantel con el resto de la plantilla. Hasta mañana, que pasaría por el Ecuador de esta activación.
DIA 3 Miércoles, 3er día de activación:
Como me propuse, me levanto un cuarto de hora antes de lo necesario para tener margen de sobra por si algún contratiempo pudiera retrasar la entrada al destino. Nunca se sabe, una mancha en el uniforme, una necesidad de última hora.
Me cuido mucho de no "destacar" en cuanto a faltas de policía, retrasos o relajamientos en los tratamientos con los superiores. Donde fuere hacer lo que viere es la premisa que mantengo y que funciona en estos casos. No pecar de relajado pero tampoco ser un prusiano que agobie con su tensión a todos los que me rodean. No querer ser protagonista de nada pero tampoco pasar como invisible.
De nuevo llego de los primeros. Siempre hay algún marinero o suboficial ya en el destino comentando tranquilamente las noticias de los diarios pues existe una televisión en la sala que ameniza un poco las largas horas de espera de los movimientos del Tren Naval. Van llegando el resto de compañeros y el que me invitó a acompañarle a trasladar la gabarra -que para mi es una orden-, al verme uniformado de trabajo (camisa blanca) me dice que de ese modo no me recomienda ir pues se trata de una embarcación auxiliar dedicada a la recogida de residuos de hidrocarburos y como tal lógicamente no mantiene la limpieza habitual de los buques de la Armada. Debería vestir con faena de embarque, que no dispongo pues no fuimos equipados con ella cuando nos suministraron la uniformidad. Me informa que son prendas que se suministra solo a los destinos de embarque y que lo correcto será que solicite un certificado como destinado en el Tren Naval para dirigirlo a vestuario y así me equipen con lo necesario. Mañana me pondré a ello, hoy al menos me dejarán una camisa azul de verano para hacer el traslado. Otra ocasión más de comprobar el compañerismo que hay en este destino.
Marchamos. La gabarra se encuentra atracada al costado nada menos que del J. S. Elcano. Tenemos que pasar a la misma embarcando a través de él. Saludo su bandera en la plataforma de la escala, acto seguido saludo al oficial de guardia. Pisar la cubierta de este buque siempre me hace sentir emoción. Saltamos por el costado de babor a nuestra gabarra. Vaya diferencia. Aún así es nuestro trabajo y para mi es todo un honor colaborar en el barqueo del Arsenal.
Arrancamos y los marineros amarran por corto nuestro costado de babor al Y-125 para navegar abarloados al mismo. Uno de ellos, argentino, se me presenta con la fórmula oficial, para él soy un nuevo suboficial en el destino y ejerce el protocolo que mandan las RROO al que respondo con el saludo reglamentario, una breve charla y un apretón de manos. El resto de la marinería, españoles, pasan un poco más de mi. Cosas de la tierra supongo.
Una vez realizada la maniobra de desatraque y libres en el cruce de la Clica, embarcamos en el remolcador para hacer en el mismo el traslado a Puntales. Continúo observando como maneja el patrón los mandos del sistema Voith y las reacciones del barco para no dejar de aprender. Navegamos hacia la base con fuerte viento de Levante previsto desde ayer en los partes, con lo cual, ahora a la ida, lo llevamos de popa. Gracias a que nos remolca el 125 podemos hacer 5 nudos y medio. Con la gabarra sola por lo visto no hubiéramos superado los 3’, sobre todo a la vuelta, con la mar y el viento de proa. Compruebo que el casco de la misma no difiere mucho de una caja de zapatos y ofrece gran resistencia al avance cuando hay cierto mal tiempo.
Al llegar nos abarloaremos al Rigel. El viento a arreciado bastante pero la maniobra de atraque dirigida por el remolcador se hace como si nada. Una vez amarrados y antes de saltar a este buque hidrográfico me llevo la grata sorpresa de encontrarme con un marinero conocido por muchos compañeros de este foro. Fue compañero de promoción como suboficial reservista y una vez obtenido el empleo tomó la decisión de hacerse marinero profesional. Cosas de las modernas Fuerzas Armadas. Puedes pasar de Sargento a Marinero en cuestión de días. Me alegro por él pues además lo veo contento y animado con su nueva situación.
(...) como iba diciendo, atracamos al costado del Rigel donde saludo a este antiguo compañero Reservista Voluntario de promoción que ahora es marinero profesional. Sorpresa y alegría mutuas. Formalizó la situación animado por lo que gracias a la Reserva Voluntaria ha podido conocer de la Armada ya que aun tiene edad para ello aunque se lamentaba precisamente que debido a su edad no podrá presentarse ya a ninguna promoción de ascenso a suboficial. Pertenecerá a la marinería lo que le convertirá en un gran marinero y cabo profesional de los que tanta falta hacen en la Armada.
Acto seguido me hace seguirle hasta su suboficial de destino, un sargento salido supongo de la última promoción -la que coincidió con la nuestra en la ESUBO- para presentarnos. Este me ofrece su mano a modo de saludo pero al oír que soy Reservista Voluntario me la retira sin más, con cara de pocos amigos, para, sin decir otra palabra que adiós, largarse por un pasillo como si hubiera tratado con un infectado. Es la única nota discordante de esta activación que no merece más atención pero que da una idea de lo que para algunos profesionales supone la Reserva Voluntaria. Sobre todo los más jóvenes, los de las últimas promociones de suboficiales o las próximas que vendrán. Imagino que piensan que se les complica el acceso a los que quieren promocionar a suboficial, lo que no es cierto pero respetable, o aun peor, les molesta ver sargentos de 15 días de formación cuando ellos llevan años de esfuerzo para acceder a este empleo, lo que es comprensible y podría remediarse por un lado con más información sobre los fundamentos de la Reserva Voluntaria pero sobre todo con más formación y especialización por parte de los Reservistas ya que es el gran escollo donde coincidimos todos. Otra piedra importante es la selección. Muchos opinan no sin razón que se ha permitido acceder a la Reserva Voluntaria demasiado fácilmente, que debía endurecerse el acceso a Reservista en el sentido más castrense y seleccionar al personal para cada destino según su profesión. El abogado al gabinete jurídico y el bombero a la brigada contraincendios.
No le doy más importancia al hecho anterior y decido olvidar el asunto sin mayor trascendencia para mi.
Mis compañeros me llevan a la camareta de suboficiales del Rigel pues allí nos esperan los suboficiales más veteranos del buque para invitarnos a un café. Hablamos mientras los marineros conectan las bombas de achique a la gabarra que se quedará al costado toda la noche para regresar a recogerla a la mañana siguiente. Existe gran camaradería entre todos y como siempre me hacen preguntas sobre la Reserva pues tienen un desconocimiento general en cuanto a la misma. Desembarcamos para acercarnos a la base ya que tienen que arreglar algunos papeles en el edificio principal lo que aprovecho para invitarles a tomar algo en la cantina del mismo. Seguimos allí contando anécdotas de la Marina, suyas claro está, que por mi parte solo escucho y disfruto pues, quitando algo sobre mi lejano paso por la ETEA o mis actuales relaciones laborales con la Armada en cuanto a cursos de formación, poco puedo contar. Terminamos al punto de regresar a nuestro remolcador cuando ya tiene arrancados los motores y zarpamos no sin antes despedirme de los compañeros que tan amablemente nos han tratado en su barco.
De regreso a La Carraca el viento ha arreciado aún más. Hay temporal de Levante en el Estrecho recalando en Cádiz con gran fuerza. El remolcador ni lo nota, no solo porque estamos dentro de la bahía y la mar no se levanta tanto como fuera, sino porque es realmente un barco muy marinero. Siempre me gustaron las “hechuras” de estos barcos, bajos, redondos, pero con una proa muy alzada para empujar los altos costados de los buques protegiendo a su vez de la mar el castillo de proa.
Atracamos y al comedor para luego ir a descansar un rato pues hoy por la tarde intuyo que serán muy movidas las clases de vela.
No imaginaba yo lo movida que iba a tener esa tarde no tanto por las clases, que lógicamente fueron suspendidas por el temporal, sino por la mala noticia que me dieron desde casa al comunicarme que se había hundido el pesquero de un amigo mío en aguas del Estrecho desapareciendo nada menos que la mitad de su tripulación cuando regresaban de faenar. Un desastre para todo un pueblo como Barbate donde tanta gente ha dado su vida por la mar.
Jueves, 4º día de activación:
Después de un rápido desayuno en el Toscano donde ponen unos excelentes molletes con jamón, un día más llego temprano a mi destino. Hoy la noticia central en todos los informativos del televisor de la sala de guardia no puede ser otra que el naufragio del pesquero Nueva Pepita Aurora. Los comentarios de esta mañana en la improvisada tertulia de espera frente al televisor tratarán sobre el mismo asunto. Desde el “burladero” siempre se ve todo más fácil.
Van llegando todos y el sargento 1º me dice que van a por la gabarra, a lo que sintiéndolo mucho no podré acudir por tener que dedicarme a asuntos burocráticos para gestión de la uniformidad. Tendré que perder una oportunidad de trabajar en la labor del destino para conseguir que me proporcionen mi uniformidad de faena que de otro modo no podré obtener. Para ello he de llegarme a Detall a solicitar un certificado que acredite mi pertenencia al Tren Naval como documento indispensable para que en Vestuario puedan entregarme la uniformidad de faena especial de embarque por tratarse de un destino al que le corresponde dicha uniformidad. Para colmo lo tendré un poco más difícil pues parece que Vestuario permanecerá cerrado todo este mes por la llegada de los nuevos alumnos CAES de la Escuela de Suboficiales a los que tienen que proveer de uniformidad y por lo que solo atenderán peticiones de urgencia.
Lo comento con los compañeros del destino y estos dada su experiencia y veteranía me indican que mi caso es de urgencia ya que de otro tipo, con respecto a reparto, no pueden tener en Vestuario pues con la uniformidad que llevo no me aconsejan trabajar so pena de desgraciármela y como voy a estar tan poco tiempo allí, que mejor motivo que este para que me atiendan. Así lo comento con mucho tiento a la secretaria de vestuario que muy amablemente me invita a pasarme por allí a última hora para que puedan atenderme.
Cuando regreso de nuevo al muelle ya se ha marchado la tripulación a por la gabarra de Puntales. Tendré que quedarme en el destino toda la mañana conversando con el resto, lo que me serviría para informarme de cuestiones importantes sobre el trabajo o curiosidades del mismo, además hasta que no pasen mi certificado a la firma del Ayudante Mayor no podré recogerlo con lo cual hasta las 13:00, que más o menos es cuando suele firmar todos los documentos en orden, no podré solucionar nada.
A la espera de esto, la mañana transcurre de la sala de guardia al pañol de Contramaestres para mirar algunos trabajos que pueda haber por allí. Todo ello entre compañeros y camaradería. Me siento a gusto pues soy bien recibido y bien tratado por todos. Es gente muy bragada pero con una educación exquisita y un sentido del compañerismo muy alto. No es difícil estar con ellos y esto para uno que llega nuevo es muy de agradecer.
Es la hora de pasarme por el certificado y por la ropa. Cuando llego a Vestuario ya están formando los alumnos CAES en el rellano de fuera para embarcar en el autobús que les llevará de regreso a la Escuela. Son pocos, una brigada nada más, pues forman por secciones de las que hay solo tres. Me recuerdan con sus petates nuevos y sus cajas cuando fuimos de aspirantes a recoger nuestra uniformidad aunque nosotros no formamos para embarcar en el autocar ni nada parecido. Todo era más informal que en ellos lo que no me parece justo, ni por ellos, ni por nosotros. Si queremos ser militares, aunque a tiempo parcial, como aspirantes a tales nos debían haber exigido el mismo comportamiento en la Escuela. Y si alguno/a de los aspirantes no puede asumir esta responsabilidad y disciplina es que ha confundido su vocación.
Pero son cosas de estos tiempos y la Reserva Voluntaria, tal como está concebida aquí en España, no queda libre de ello.
Espero un rato en la puerta de la secretaría de vestuario después de saludar de nuevo a la Sra. Secretaria con la que hablé. Al rato, aparece el Sgto. 1º encargado del asunto con el certificado que les he entregado. Con un apretón de manos y un -sígueme- me lleva hasta la línea de reparto. Allí me proporciona solo las prendas más urgentes pues hay un error en el documento que me han dado en el Detall y de momento solo puede hacerme entrega de las camisas de verano e invierno y la faena ignífuga hasta que me hagan un documento nuevo, esta vez con la relación completa de la uniformidad desglosada por prendas. Recojo lo recibido, doy las gracias por atenderme “fuera de tiempo” y me marcho sin más que objetar pues no es cuestión de cargar a nadie cuando le están haciendo a uno un favor ya que lo suyo habría sido volver con el documento correcto. Mañana que me despediré pasando por el Detall le comentaré esto a la marinera que me lo hizo pues por hoy ya esta bien.
Vuelvo al destino y al rato regresan los que han ido a Puntales. Todo ha ido genial a pesar del Levante que aun continúa duro, gracias a que han ido con el remolcador. Al rato el jefe sale al pasillo.
-Señores hasta mañana- Se despide dando por concluida la jornada.
Todos recogemos y nos marchamos a nuestros asuntos. Yo al comedor de nuevo donde en la mesa ya somos una piña de compañeros, con tertulias muy interesantes sobre asuntos de la mar, de buques nuevos, o mejor, de los que ya son baja en la Armada, que tantas historias han guardado en sus cuadernas y de las que estos veteranos han sido protagonistas.
Me despido como siempre hasta mañana que será mi último día compartiendo mesa y mantel con ellos.Viernes, 5º y último día de activación:
Hoy me levanto más temprano que estos días atrás. Tengo que ordenar y organizar mi petate para regresar a casa. No hay prisa pues anoche, antes de acostarme, dejé el trabajo adelantado. Me uniformo de trabajo convencional, camisa blanca y pantalón azul aunque con gorra béisbol en vez de blanca de marina que reservo para el de gala, el que dentro de pocas horas tendre que vestir para mis despedida del Almirante y mandos de destino.
Bajo a la camareta de suboficiales, hoy desayunaré aquí por ser mi último día dejando El Toscano para el tentempié de la mañana y así invitar a mis compañeros. Algunos ya saben que me marcho, otros se quedan sorprendidos al enterarse. Todos hablan del asunto de los reservistas y coinciden en que venimos para muy poco tiempo, temo que esto les parezca un paseo o unas vacaciones por nuestra parte y a la vista del tiempo que permanecemos es normal que lo piensen. La culpa no es ni de ellos ni nuestra sino del sistema. El Suboficial Mayor me apremia para quedar a las 12:00, de gala, en la plaza de armas frente al edificio del Almirante. Juntos entraremos de nuevo para despedirme del ALARDIZ.
Siento hablar de ellos o nosotros como si fuéramos dos partes enfrentadas cuando juntos tenemos el mismo sentimiento hacia nuestra Patria pero no encuentro otro modo para definir la diferencia entre los profesionales, permanentes, regulares, y nosotros los Reservistas voluntarios, militares a tiempo parcial, pues ya en la propia definición se encuentran las diferencias.
Vamos unos cuantos hacia el destino, soy el de menor empleo y más moderno y aún así me tratan como si hubiera estado destinado allí toda la vida. Un subteniente me insta a que cuando termine mi activación vaya a verlos a menudo para no perder el contacto. Dice que la camareta de suboficiales es mi camareta, donde se encuentran con muchos compañeros retirados que vienen por allí a saludar y tomar un café. Su invitación a visitarlos, ya como civil, es para mi todo un orgullo que no dejaré pasar. No en vano tengo que volver para recoger las prendas de uniformidad de embarque que me faltan y firmar el escrito de respuesta a una solicitud que he presentado. Pienso, y así se lo comento, que a partir de noviembre, o mejor, cercano a la Navidad podría ser buena fecha para hacerles una visita. En eso quedamos.
Una vez en el destino parece que el día estará tranquilo. Me comentan que es una fecha de poco trabajo pero que además es un destino que o lo mismo pasan días sin hacer nada o se presenta el trabajo a espuertas sin parar. Se ve que me ha tocado la primera opción.
Pasa el tiempo entre charlas con los compañeros. Al rato me vuelvo a encontrar en el muelle con el Suboficial Mayor que me avisa de un adelanto de planes. Tenemos que pasarnos media hora antes de lo previsto para despedirme del Almirante debido a que tendrá que acudir a la lectura de Leyes Penales en la ceremonia de entrega de mando a un Almirante del Ramo Industrial. Tengo que ir a cambiarme ya si no quiero tener que hacerlo a la carrera como cuando era un alumno de la ETEA.
Aprovecho antes para bajar algunas cosas al coche que tengo aparcado junto a la camareta en el parking techado para los residentes. Me cambio a gala y marcho sin prisa pero sin pausa a la cita con el Almirante.
De nuevo el mismo protocolo, presentado y ayudado por el Suboficial Mayor que hace de relaciones públicas, especialmente conmigo por mi falta de experiencia en estas lides. Procuro no olvidar que su tratamiento es de Vuecencia en vez de Usted, error muy común donde se incurre a menudo. Con mirada franca y directa me pregunta por mi activación y le respondo que ha sido una grata experiencia de la que me marcho con ganas de volver. El Suboficial Mayor menciona el poco tiempo que he estado y el Almirante responde que para otra ocasión es posible que pudiera venir por más tiempo. Me ofrece la mano, me despide hasta la próxima y salimos, no sin antes dedicarle un claro “a la orden de vuecencia Sr. Almirante”, que estimo ha debido resultarle correcto.
De allí marcho al despacho del Ayudante Mayor que igualmente me pregunta por como me ha ido. Coincide como todos en la falta de tiempo para realizar funciones debido a la corta activación que me han asignado. Junto con su secretario, el subteniente de Detall, concluye que solicitarán mi activación para más tiempo. Esperanza que todos tenemos puesta en que sea así. Termino y aprovecho para pasarme por la oficina para comentar a la marinera encargada el asunto de la documentación para vestuario. Toma nota y me emplaza a que le llame pasado un tiempo para indicarme si está todo y de ese modo no tenga que hacer viaje en balde. Así lo haremos, agradeciéndole al despedirme el detalle que ha tenido.
Paso por el destino para despedirme del Comandante de Prácticos. Coincide el mismo que me propició las prácticas con el remolcador. Hasta en esto voy a tener suerte pues así tengo la oportunidad de agradecérselo y despedirme como es debido. Vuelve a mencionar la cuestión de la falta de tiempo y espera que en una próxima ocasión me llamen para servir como mínimo durante un mes. Le indico que todo depende de lo que el destino proponga pues cree que el asunto les viene de arriba sin tener ellos nada que ver por lo que a partir de ahora parece que intentarán adelantarse solicitando mi activación. Ya veremos que ocurre. Concluida la despedida oficial decido cambiarme de nuevo a uniformidad de trabajo.
Es el momento de despedirme de los compañeros. Aviso de que voy a ofrecer una cerveza en la cantina pues al asistir los mandos a la recepción que se celebrará en el Ramo Industrial se adelanta una hora la salida. Muchos declinan mi invitación pero me lo agradecen igual, al vivir fuera y ser viernes es lógico que aprovechen el tiempo para el viaje. Apretones de manos y buenas intenciones para el futuro que esperamos esté cerca. Se marchan muchos pero quedamos algunos sin prisa a los que invito unas rondas siendo correspondido a su vez por ellos. El Toscano parece estar muy concurrido. Allí conviven marineros y marineras, suboficiales y mandos de todos los destinos pues es último día de la semana y se nota en los ánimos de todos. Es curioso el ambiente tan exótico de este lugar. Su decoración y la marinería de los buques del Arsenal, de tantos y tan diversos países latinoamericanos, -Juan Sebastián de Elcano sobre todo-, contribuyen a dar este aspecto de cantina portuaria y añeja de película. Todo el mundo parece estar contento. Pero ninguno tan feliz como el que les observa ya con cierta nostalgia al sentir la vuelta a la vida civil.
Brindo por mi regreso. Espero que sea pronto esta vez por más tiempo. Así sea.
Leñanza
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